Mucho se pide pedimos a las empresas de nuestro alrededor que tienen que cooperar con otros y, además, hacerlo en el extranjero. Y este mensaje, es difícil de transmitir si la empresa no está concienciada. Es decir, las palabras, para el que no lo ve claro, son vacías. Pueden ver los beneficios pero se centran en los perjuicios. Por eso, intentamos poner ejemplos de otras empresas. Pero siempre puede tener matices. O, mejor dicho, siempre encontramos una buena excusa para evitarnos el cambio, que de primeras, acarrea sufrimiento.
Por eso, hoy no quiero sermonear a nadie si no contaros desde una profunda humildad nuestra experiencia en la colaboración con empresas en el extranjero. En este caso, con consultoras similares a nosotros pero en marcos geográficos diferentes. Así que este post tiene dos funciones: aportaros algo en cuanto a la experiencia vivida y que nos permitáis un poco de desahogo por lo vivido. Contar historias relaja :).
Hace unos años decidimos emprender una camino de colaboración con otras consultoras que trabajen en nuestro mismo campo de gestión de la innovación pero que lo hagan en países diferentes. Más que centrarnos en que pueden ser competencia porque acuden con propuestas a las mismas convocatorias europeas que nosotros, nos dedicamos a tender puentes satisfactorios para los dos.
El principio de esta historia dibuja un paisaje en el que colaborábamos con un solo país (Holanda) con una forma de entender el negocio totalmente diferente y con el que la conversación se veía a veces torpedeada por simples diferencias culturales. Hoy día, el paisaje es muy diferente: colaboramos con 11 consultoras distribuidas por casi toda Europa y no solo recibimos una gran bolsa de proyectos europeos en formación o lanzamos propuestas de manera conjunta a Bruselas sino que ha servido para estimular nuestras neuronas con nuevas ideas y para llevar nuestra relación a un plano estratégico planteando grandes planes de futuro como pueden ser la expansión a Europa de nuestra Red de Business Angels, o el lanzamiento de una nueva sede en un país que todavía no hemos cubierto.
Entremedias de ambos escenarios, el día a día del camino de cooperar. A veces, duro. A veces insatisfactorio. Pero a largo plazo, muy eficiente y gratificante. Los aspectos negativos de cualquier cooperación son infinitos ya que, al final, se trata de relaciones entre seres humanos. Los aspectos positivos también son infinitos, tantos como aristas tiene un ser humano.
Si me permitís desahogarme un poco, os contaré que durante estos años nos ha tocado luchar contra formas diferentes de entender un negocio, con unos clientes y un valor captado por ellos totalmente diferente. Pero la mayoría de las veces las piedras en camino eran más comunes: que uno del norte te grite al teléfono como si estuviese cabreado cuando realmente solo quiere transmitirte unas cuantas buenas palabras, que veas como las expectativas con un socio se diluyen cuando avanza la cooperación, que algún proyecto no salga financiado cuando hay esperanzas en él y la forma de tomárselo no sea la adecuada, que otro se cierre única y exclusivamente a lo que pone en un papel…
Y si me dejáis que me ponga melancólico, os contaré que también es inspirador ver que, a pesar de haber tenido educaciones y ambientes diferentes, al final somos todos casi iguales. O que compartir tu alegría con otros por los proyectos financiados es doblemente positivo. O reírte a carcajadas con las bromas en un restaurante. ¿Por qué no?. Y, al final, los resultados van saliendo.
Lanzo pues desde aquí mi botella, como diría Sting. Con un mensaje claro: cooperar (fuera) compensa. A pesar de que puede no salir bien o que tiene momentos negativos. Y me quedo aquí en la orilla esperándoos por si os animáis a lanzar vuestra propia botella con vuestra experiencia en forma de mensaje.